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Las lecturas obligatorias también pueden enganchar

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El dato...

Según se acerca el final del mes de agosto, más cerca se ve el comienzo del curso escolar. Y con él, la preparación de las clases y de las materias. En muchas asignaturas, el profesor optará por demandar de sus alumnos la lectura obligatoria de algunos textos, libros, etc.

El adjetivo obligatorio ya creará recelos en buena parte de los alumnos, que ven en estas lecturas una ardua tarea, que implica grandes esfuerzos. Sin embargo, no tiene porqué ser así, si se dan una serie de pautas a los estudiantes y se crea un ecosistema en el que el propio alumno adopte un papel mucho más activo.

Los detalles...

A lo largo de los años, y en función de la etapa educativa de la que se trate, hay algunos títulos que se han convertido en históricos dentro de las aulas. Abuelos, padres e hijos han leído los mismos libros. Y, si bien es cierto que algunos clásicos de la literatura son básicos en la cultura general de un país, muchas de las habilidades que se quieren desarrollar en los alumnos (comprensión, relación de conceptos, ampliación de vocabulario…) se pueden lograr dando libertad a los alumnos en la elección de los textos.

Es verdad que una mayor selección de lecturas implica una mayor carga de trabajo para el docente, pero posibilita que el alumno se sienta más atraído por el hecho de tener que realizar esta tarea. Junto a la posibilidad de elección de los títulos, el profesor también puede dar elección de formato de lectura al alumno. Por una parte, se adecuará a las predilecciones del alumno, ya sea por el papel o por cualquier formato electrónico, y por otro facilitará que el estudiante pueda elegir el momento de lectura, llegando a integrarse con su espacio y tiempo de ocio. Es decir, promoviendo que al utilizar los mismos dispositivos que el estudiante utiliza para el ocio (ordenador, ereaders o tablets), éste vea la lectura como un entretenimiento más.

Además, el uso de formatos electrónicos permite que el alumno cuente con mayores recursos a su alcance, ya que muchos libros electrónicos incluyen contenidos adicionales, como pueden ser hipervínculos, vídeos, audios, infografías o fotografías, que el papel no permite. De forma que se complemente la lectura seleccionada.

Pero, junto a los formatos, el docente puede optar por diferentes metodologías para  evaluar la lectura obligatoria. Tradicionalmente, los alumnos debían responder a una serie de preguntas sobre el texto en cuestión, pero hoy, esta tarea se convierte en una rutinaria búsqueda en Google, donde pueden encontrar todas las respuestas. Por el contrario, el docente puede transformar los deberes, pidiendo que sean los propios alumnos los que plantean las preguntas que consideren de mayor interés para su aprendizaje, realizando a la vez una valoración de los textos.

Y también, aprovechando las nuevas tecnologías, se promover la creación de foros de discusión sobre las lecturas, en los que los alumnos realicen sus comentarios y aportaciones. El docente tendrá que encargarse de la dinamización de los foros y de los debates, para animar a los alumnos a participar. E incluso se puede utilizar otras herramientas, como Twitter, creando hashtag específicos para cada uno de los textos.

Y entonces...

La obligatoriedad de ciertas actividades, como la lectura de determinados textos, puede crear recelos en los estudiantes. Sin embargo, hoy en día, gracias a las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, entre otros aspectos, se puede convertir esa obligatoriedad en una actividad de libre elección para el alumno. Y, además, se pueden utilizar las posibilidad de la era 2.0 para conectar con el estilo de vida de los estudiantes y convertirlo en un actividad más cercana al ocio que al deber.


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